Sombras Oscuras

Nuestro relato de hoy esta recogido de una colección de historias, contadas por personas que aseguran tener experiencias con sombras oscuras. Algunos (as) aseguran verlas rondando por sus alrededores, otros creen verlas en la oscuridad de la noche junto a su cuarto. Son muchas y distintas las experiencias relacionadas con estas entidades. Hoy la historia de nuestra protagonista; a la que llamaremos Julieta, esta relacionada con la aparición de extraños seres en casa de su abuela.

Nada era más aterrador para Julieta que quedarse en casa de su abuela. Y aunque no era una cosa que solía ocurrirle a menudo, cuando lo hacía. Que era cuando su madre la enviaba para reemplazar a la asistenta y cuando esta (su madre) por motivos de trabajo no podía acudir. Juliet deseaba desde el fondo de su alma, que la anciana se muriese de una vez por todas para no tener que volver a aquel lugar. Y no es que Julieta no quisiese a su abuela, de hecho había tenido una relación muy estrecha con ella. Pero desde que el alzhéimer había tocado a su puerta, la mujer había perdido la mayoría de sus capacidades convirtiéndose en una persona dependiente que necesitaba que la cuidasen las veinticuatro horas del día.

La sensación que tenía Julieta cuando entraba en aquella casa, era la de estar constantemente vigilada, observada. Cada lugar por el que se movía, parecía estar ocupado por una especie de energía pesada que se le metía dentro del cuerpo.

Aunque la casa era grande y hermosa con un enorme jardín, se encontraba en un estado de abandono tal, que parecía que se fuese a caer en cualquier momento. La humedad había invadido de manera extraña las paredes, cubriéndolas con un maloliente musgo negro que les era difícil de quitar por mucho que se empeñaran en ello. El aire que se respiraba era extraño también, era de entender que las asistentas durasen poco. Por una razón que ella no comprendía, las ventanas habían sido cerradas y bloqueadas impidiendo el paso de la luz exterior. Lo que hacía que la humedad creciese aún más.

De entre todas las habitaciones que había en la casa, cinco en total. Solo la que estaba en la cocina permanecía abierta. Era actualmente la habitación de la abuela y anteriormente la del personal de servicio, que compartía a la vez con la asistenta de turno. Argumentando que si dormía sola, las sombras que asechaban la casa al final se apoderarían de ella y, se la llevarían al infierno.

Y era en ese punto donde Julieta compartía temor con su abuela, principalmente porque ella también creía ver esas sombras oscuras de  las que la abuela hablaba. No podía explicarlo muy bien, y era ahí donde fallaba a la hora de dar sus argumentos, su forma de interpretarlo, era que en varias ocasiones mientras hacía las labores de la casa o mientras estaba junto a su abuela ocupándose de ella. A través del rabillo del ojo podía ver como, sombras semejantes al reflejo de una persona se movían detrás de ella. Como si aquellas sombras la estuviesen asechando.

Nunca las vio de frente, nunca de manera nítida y así lo prefirió, pues lo poco de vislumbraba le parecía tan escalofriante que, seguía prefiriendo la muerte pronta de  su abuela querida a tener que enfrentarse algún día a aquellos espectros. Si es que realmente existían.

Cuando se encontraban solas, abuela y nieta normalmente en el salón viendo la televisión. No era raro que la abuela reaccionase de manera extraña, apartando misteriosamente los ojos del aparato y quedándose absorta mirando hacía el pasillo que conducía hacía las habitaciones. Julieta entendía entonces que algo había allí y que ese algo escabroso como parecía por la reacción de su abuela, esta a espaldas de Julieta quizá observándola de manera intimidante. Si se giraba un poco y forzaba la mirada hacía atrás, la vería allí de pie, de manera intimidante, oscura, macabra, esperando a que ella reaccionase. Pero no le hizo falta girarse para verla, pues aquella se reflejaba en los ojos brillantes de la vieja, unos ojos espantados que entre lágrimas intentaban aguantar el miedo. Un miedo que le hacía apretar sus manos pequeñas y envejecidas contra el reposabrazos del sillón, tanta fuerza tenía su miedo que si hubiese podido traspasar el mueble lo hubiese hecho. Pero lo único que conseguía era mearse encima y ponerse a llorar en silencio.

Cuando esto ocurría ambas se quedaban petrificadas ante la voluntad de aquella sombre demoniaca, que respiraba a sus espaldas. A veces, y para agudizar más su miedo esta sombra levitaba sutilmente sobre sus cabezas. Como si se les fuese a ir encima.

En una ocasión y armada de valor, o sobrellevada por el miedo Julieta intento huir y salir corriendo. Pero inesperadamente su abuela, le agarraba fuertemente del brazo, muy fuerte. Impidiéndole escapar y diciéndole en tono agresivo; » si me dejas aquí tirada, te juro que arrepentirás»

Su voz…su voz sonaba diferente en aquella ocasión, siendo más grave y ruda. Hubiese jurado que aquella voz no era la de su abuela y, que la fuerza que había ejercido sobre su brazo no pertenecía a la de una mujer anciana de noventa y cinco años.

La primera vez que Julieta se percató de las sombras, creyó tener un problema en los ojos. Pues lo que veía, lo reconocía como manchas oscuras que se movían rápidamente y desaparecían sin más. Era algo común en una persona que se pasaba mucho tiempo en los libros. Luego se dio cuenta de que aquella sensación solo le ocurría estando en casa de su abuela y que las manchas no eran solo manchas, sino sombras nítidas de personas que se movían por la casa libremente. Y que estas la seguían a donde quiera que ella fuese. A medida que Julieta se hizo más consciente de la realidad, la realidad se fue haciendo más presente. Pues las sombras empezaron a ser evidentes llegando a perseguirle hasta su propia casa.

Fue entonces cuando empezó la aversión por su abuela, pues la culpaba de haber sido ella quien de alguna manera había propiciado aquellos sucesos. Creía que una maldición había caído sobre ambas, resultado de algún acto perpetrado por la abuela. Así, la única solución que veía era que esta se muriese pronto para que el conjuro desapareciese.

Una mañana de colegio mientras Julieta estaba en clase, fue interrumpida por  una visita improvista. Era la directora que venía a recogerla de manera urgente. En principio no sabía de que trataba, pero mientras recogía sus cosas para acompañarla, alcanzó a escuchar lo que la mujer le decía a la profesora.

  • Sí, creo que ha muerto esta mañana – decía la mujer apenada- la pobre lo va a sentir mucho.

Julieta sintió un enorme alivio. Por fin, sus suplicas habían sido escuchadas. Y aunque sabía que aquel sentimiento era egoísta pero… acaso alguien se compadecía de ella o de su madre al verlas apuradas por tener que cuidar de una mujer que no se valía por sí misma. Y eso que ignoraban la situación que vivía Julieta cada vez que iba allí. Ni siquiera las asistentas sociales se prestaban para ayudarles cuando ellas ya no podían. Estaban solas.

Cuando la directora se acerco a Julieta, le dio un enternecedor abrazo y le dijo;

  • Julieta tengo que darte una mala noticia – sus ojos se encharcaron en lagrimas – tu madre ha tenido un accidente esta mañana mientras se encontraba con tu abuela en su casa. No se sabe cómo, pero la encontraron muerta, tumbada en el suelo junto a tu abuela. Los forenses creen que fue un ataque al corazón, Julieta lo siento mucho.
  • ¿cómo? – Julieta se quedaba en shock, sin comprender lo que aquella mujer le estaba diciendo. No era posible, su madre…
  • Afortunadamente tu abuela se encuentra bien y parece estar en perfectas condiciones, es un alivio. Creía haberte escuchado a ti o a tu madre decir que la mujer padecía alzhéimer, en fin…no tienes porque preocuparte por nada. Por lo que sé, será ella quine a partir de ahora se quede con tu tutela y te irás a vivir a su casa. Ya verás como todo ira bien….

Ja! pobre, pobre Julieta. En una sola mañana había perdido a los dos únicos seres con los que contaba en el mundo. Tendría que aprender a enfrentarse a sus sombras.

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